Las mujeres charlaban animadamente sentadas juntas en una de las mesas del Cafe Du Monde. Isla se apartó un poco para dejar a la joven camarera dejar sus beignets con su café achicoria en la mesa. Entonces sonó La vie en rose.
-¿Diga?
-Hola cariño. Soy B. ¿Dónde estás?
-¡Hola, B! Estoy tomando un café con unas amigas, ¿dónde andas tú?
-Acabo de llegar a la ciudad. ¿Te apetece cenar esta noche? Por cierto, ¿qué amigas?
-Sunshine y las demás.
-¡Genial!, preguntáles si hay cena esta noche.
-De acuerdo, te llamo luego.
-Te quiero.
Isla colgó su teléfono y se dirigió a las demás.
-Chicas, era Bridgett Chevalier, quiere cenar esta noche. ¿Os apuntáis?
-¡Claro!, Será divertido.- respondió entusiasmada Sunshine.
-Esto... chicas. Lo siento, pero si Kirian trabaja esta noche, me temo que tendré que quedarme con Marissa.
-Yo estoy en el mismo plan que Amanda.- añadió Grace.
-Oh, vaya. Pero, las demás si, ¿no?
-Por mi sí.- respondió Tabitha.
-¿Cass?
-Bien, tendré que hablar con Wulf, pero creo que también trabaja.
-Perfecto. No hace falta decir que tu vendrás, ¿no, S?
-Lo cierto es Isla, que había quedado con Grace en que la ayudaría en su noche con los pequeños. No te importa, ¿verdad?
-Oh, Selena, de eso nada. Tú ve. Estaré bien, en serio. No es justo. Salid y pasároslo bien.
-No, Grace, nada de eso. Me comprometí contigo. No puedes cuidar de tres pequeños tú sola.
-Vale, chicas. No es justo que ni Grace ni y yo no podamos salir. ¿Qué os parece cena de mujeres en mi casa? Podremos estar todas juntas, cenaremos, y tendremos a los pequeños juntos y vigilados.
-A mí me parece una idea fantástica.- afirmó Selena.
-Genial. Avisaré a Brigett ahora mismo.- confirmó Isla felizmente mientras volvía a desbloquear su teléfono móvil.
Isla estaba frente al edificio de pisos donde residia, sacó la llave del portal y abrió. Se sentía un poco extraña, observada. Se puso frente al ascensor y esperó a que llegase. Quinto piso, cuarto piso, tercer piso... Isla esperaba impaciente viendo como el ascensor descencia lentamente entre los niveles. Un siseo a su espalda y unas pisadas. Se giró asustada bruscamente y escrutó la oscuridad de las escaleras que daban al garaje. Casi creyó ver un brillo blanco al final de las escaleras cuando ¡Pim! el ascensor se abrió.
Isla suspiró aliviada y se montó a la prisa en el ascensor y pulsó el botón del tercero. Mientras observaba cerrarse las conpuertas del transportador vio ese brillo acercarse de un salto mostrando unos dientes largos que se estamparon con la puerta.
-Joder, me estoy volviendo loca. La película de ayer me dejó majara. Será mejor que deje de ver películas sobre vampiros...
Cuando el ascensor se paró y abrió las conpuertas, Isla se dirigió directa a la puerta principal de su apartamento. Una silueta oscura estaba frente a su puerta. Se paró en seco. ¿Quién narices era? Joder, quizás lo de abajo no era producto de mi imaginación, pensó. Una esbelta silueta que cuando se fijó bien comprobó que era una mujer. Siguió andando pero calculando cada paso, lento. Un cabello que llegaba por media espalda. Otro paso más. Rubio. Un paso. La mujer se giró y dejó entrever una hilera de preciosos dientes blancos.
-¡Bridgett!
-¡Isla Speroni! Ya era hora guapa. Llevo esperando casi media hora.
-¿Pero qué haces aquí? ¡Sabes del susto qué me acabas de dar!- la acusó.
-No seas paranoica. Anda abre la puerta, necesito ir al baño urgentemente.- Se acercó a su amiga y le dio un abrazo antes de abrir la puerta y dejarla entrar primero.
-¡Guau...! Tienes un apartamento precioso.
-Es un duplex. La parte de arriba tiene un pequeño desván y una habitación que tendría que ser el dormitorio pero lo he dejado como despacho, zona común y habitación de invitados.
-Genial porque no tenía donde quedarme.
-Vaya cara. Bueno voy a arreglarme.
-¡Yo te peino y te maquillo!
Isla se tornó sobre sus pies y volvió a inclinar la cabeza para que su amiga la viera desde el sofá.
-Cielo, es una cena en casa de Amanda Devereux.
-Sí, pero podemos tomar unas copas después de la cena, ¿no crees?
Isla suspiró levemente como gesto de rendición y con una sonrisa en los labios se volvió al armario para coger un bonito vestido azul oscuro, muy sencillo, pero se ajustaba muy bien a su cuerpo menudo y la hacía parecer tener más pecho. Se zancó los tacones negros y la chamarra negra. Lo dejó todo encima de la cama y se volvió al cuarto de baño para darse una rápida ducha.
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